Estás frente a mí, ante el sol del amanecer y agradezco tu compañía que ablanda este recomenzar en retorno. Estás, como una reina pálida, iluminada por este sol que ha llegado poco después de mi tormenta. Tu cara perfilada por una nariz fina y puntiaguda. Sé que te concentras en los recuerdos de anoche.
Nos han dicho que este es el lago más grande del mundo, que lo navegamos en un barco de lujo, y poco nos importan sus mentiras porque sonreímos ante una vida que nos tiene completamente al margen de todo aquello que adormece el espíritu.
Porque el dolor extremo también es vida, así como la duda, la añoranza y el deseo de tenerte por un instante entre mis brazos antes de llegar a él y contarle, describirle tus pechos como mangos maduros, la fuerza de tu mente, tu ojos: cómo se oscurecen del verde al pardo cuando te enalteces hablando de la búsqueda de motivos que aún no tenemos claros.
Ayer conduje el barco con un atardecer rosa purpúreo al frente y tu risa bordeando el marco de mi rostro; hubiese querido sentarte en mis piernas, mordisquear tu cuello y navegar así incontables noches hacia él, hasta llegar las dos agotadas la una de la otra, exhaustas, saciadas, y entregarnos como una ofrenda única.
Te deseo a través de mis manos que no hacen mas que añorar su cuerpo. Por eso en la noche se extienden para tocarte. Me contoneo en cama soñando con la proximidad de tus piernas, pero giro sobre mí misma y vuelvo a la posición inicial. Enlazo mis manos la una con la otra bajo mi cuello en donde hechas un nudo se reprimen.
~Frag-mentos