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Sobre el miedo de ser arrojado al mundo

 ~Lo que nunca les dije~

…Veo a mis padres subiendo la escalera empinada que conduce al hospital, y mi madre, cubierta por una bata azul celeste con botones blancos, como tu piso, asegura a pesar de desear una niña, que seré hombre. Teme que la desilusión la encuentre sorprendida y así se prepara. La historia bien podría ser al revés…

Estamos los tres en una habitación inmaculada donde la voz nerviosa de mi padre apresura, atrayéndolos desde todos los rincones de la ciudad, a familiares y desconocidos por pasillos infinitos y estériles.

La calma se ha perdido: decido que no quiero salir. Me contorsiono y danzo eligiendo hacer de este vientre mi hogar.

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No encuentro los motivos para dejar el interior de mi madre; ahora tampoco, por eso cuando la siento desde lejos, me duele un lugar que ignoro, una cobertura de mi piel que recuerda el contacto con sus fluidos: Batin. Mi ombligo: su centro.

Dictamino que evitaré salir en el momento en que no hay vuelta atrás, un cuchillo raja ya horizontalmente su vientre. Sin ser empujada mi mundo se hace luz con el llanto que explota desde mis entrañas. Unas manos toscas me ciñen alejándome del único lugar en el que nunca tuve miedo; de mi siempre casa, de mi madre que acaso llora o ríe.

Mi padre, aterrorizado, me ve y sin poderlo controlar piensa ya en el dolor de mi muerte. Yo, un pez resbaladizo y obstinado en mi súplica que despierta a todos los muertos ese día. Respiro entre agua y miedo. ¿Volveré pronto al mar?

¡Qué bien se siente estar viva, qué delicia estar vivos! Le dice a Tigrillo mirándolo a los ojos. Sí, contesta ausente. Sí.»

~Eda Sofía
Fragmento | Imágenes por Gustav Klimt

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