Porque sigue siendo primero en México (cuando escribía la primera vez; antes de la distracción del delicioso desayuno con Pame y el paseo a la playa inmersa en humos de incendios que azotan Australia) y para no romper mi tradición autoimpuesta de hacer un pequeño ritual escrito de cierre y apertura del año, doy por terminado el 2019. -Un resumen que busqué en mi blog pensando que ya estaba cerrando el 2020 y por lo cuál ahora he ganado un año completo más. –
Nunca había cerrado un año tan movido; sin duda el más viajado de treinta y dos que he tenido la fortuna de vivir. Un año que me ha hecho merecer comentarios del tipo: “Pensé que estabas en Bali. Eres como un electrón que anda por todas partes.” o “¿no estabas en Turquía ayer? -Sí” “¿Estas seguras de que estás en México o ya estás confundida?”
Termino el año en una casa de campo en las afueras de Melbourne. Melbourne… respiro profundo recordando que de todos los sitios a los que fui en mis años de viajera errante -que obviamente no han terminado-, nunca fue éste al que me imaginé regresando a visitar familia. Australia, un país que ahora arde y del cual comprendo tan poco. Cerramos el año en las afueras de Melbourne, en una casa que parece recortada de cualquier cuento, con tres parejas que acabo de conocer y con mi güero.
Y porque hay cosas que nunca cambian, necesito alejarme de la mesa para sentarme en la cajuela abierta del coche mirando los castaños; en silencio, sola. Porque estoy cansada, porque extraño a mi familia de la cual también estaría huyendo en Guanacaste, bajo algún árbol de sombra ancha, llorando porque termina el año. Un llanto que no es nunca completamente de tristeza sino de sí mismo; un llanto de fin de año, lleno de cierres y de ilusiones de comienzos.
Y después unos vinos y plática íntima, encerrada en la cocina con la anfitriona principal, comienzo despacio, porque así me relaciono mejor. Y así, un poco sorprendida de mi aguante por mi naturaleza de gallina que me lleva a la cama unos 45 minutos después de las nueve, distingo que el reloj está a punto de marcar las 12:00 y yo estoy contándoles a todos de mi familia y de la “yegua blanca y la buena suegra” que protagonizan nuestra canción de año nuevo tooodos los años que recuerdo en Costa Rica. Entonces le robo el teléfono al güero y así llegamos al 5, 4, 3, 2, 1 a puro grito e inauguramos el año nuevo -seis Aussies, una Kiwi y una Mexa/Costariricence- con a todo el volumen que me da mi celular:
“Yo no olvido al año viejo
Que me ha dejado cosas muy buenas
Ay, yo no olvido al año viejo
Porque me ha dejado cosas muy buenas
Me dejó una chiva
Una burra negra
Una yegua blanca
Y una buena suegra
Ay, me dejó una chivita
Y una burra muy negrita
Una yegua muy blanquita
Y una buena suegra”
Es importante anotar aquí que mi suegra es muy máxima por lo cual esta canción y la dicha que conlleva se justifica haciendo falta únicamente que los negocios del 2020 me den para comprarme una hermosa burra y una yegua blanca.
Life if good

Brincoteando yo como una loca, olvidados todos del violento fuego que los han tenido pegados al televisor y a la radio por días enteros; justo cuando había terminado el eterno cricket. Rodeados por bosque y coronados, de un costado al otro, por una vía láctea que yo nunca en mi vida había visto. Gracias. Me digo, le digo, les digo. Porque bien podría dedicar este año completo a pasar agradeciendo.
Casi todo lo que he querido en esta vida se me ha dado. Y ese casi ha sido y sigue siendo más que suficiente. Y siguiendo con una tradición de dicha que confió estoy erigiendo, el primero no pude abrazar a mis papás, a mi hermano, a mis hermanas y a mis sobrinos, pero desperté al lado de un hombre que amo y con la vista clara a las montañas de Australia. Me tomé un café delicioso, fuimos a un río a ver pasar el agua y comimos Fish and Chippies en el parque.
Life is good y yo estoy lista para comenzar un año nuevo un poco menos móvil en el cual se puedan reforzar, consolidar y levantar algunos proyectos. Hermosos todos: Resilience & Healing, Laika Notebooks, Eyka Ketawa y la escritura… siempre la escritura.
¿Cómo sería si en lugar de permitirnos esta ciclicidad de comienzos sólo continuáramos la cuenta de los días? Estaríamos llegando al masomenos día 737,300 y quizá sentiríamos que la vida se va de otra forma. Quizá entonces la ilusión del eterno retorno sería menor y sentiríamos más urgente crear, completar, vivir lo que sintamos que nos toca cada día. No habría nada de años nuevos, sino solo días nuevos que no se repiten jamás; como en realidad es.
Un año en números

- 19 libros (poquitos yo sé) y como siete mil podcasts. Descubrir y abrirme a la posibilidad de los podcast ha cambiado mi vida y cada trayecto en moto o en coche. No hay tiempo para la información que hay en el mundo y no hay como explicar lo que disfruto poder escuchar historias, noticias y entrevistas bien creadas.
- Entre ellos : Monsters who murder, Criminal, Food Psych, How I Built This, Revisionist History, Tara Brach…
- 7 países y 32 vuelos que justifican un poco el cansancio del viaje, del que nunca jamás en mis años de adolescente me hubiera permitido quejarme.
- 15 amigos que encontré en paises por el mundo. ¡Lo mejor sin duda!
- 4 cambios de hemisferio.
- 8 cambios de horario drástico.
- 2 proyectos nuevos.
- 1 photo shoot hermoso con gente que amo para Eyka Ketawa.
- 1 retiro que comienza en cinco días.
En un par de horas tomo un vuelo de regreso a mi casita en Bali (cómo soñé con poder decir eso), a organizar el inicio de un retiro de sanación y meditación que hemos organizado y creado con toda la ilusión y trabajo, a lanzar Eyka Ketawa (ya les contaré) con toda la creatividad y fuerza que llevo guardándole y a escribir, de nuevo, porque tengo varias voces dentro de mi que llevan meses ansiando salir, pero demasiado cansadas para completar el trayecto que ello implica y espero que si algo, este año, permita que nos lleguen esas palabras que llevamos buscando ya demasiados meses.
Vengan a verme. La vida es corta y tan espectacular que me parece vital elegir muy bien lo qué hacemos con el tiempo que nos es dado.
Eda Sofía