“Nunca dudes de la pureza de tus intenciones. Lo demás no es asunto tuyo”, aunque Ella no entienda y deduzca que nada le está permitido o que no es su propio juez. Así mejor ir de un lugar a otro, evoca, no pedir consejo, tomar lo dado, aceptar incluso lo indigno con tal de que no preguntasen y descubrieran el abismo, el terror, la falla atravesando la conciencia, el sueño, la vigilia.
ESTHER SELIGSON, Cuerpos a la deriva
Nada es nunca lo que parece. Y con esa premisa bien se podría contemplar la vida entera; tan larga como se permita ser. Por que no lo es su dicha, ni su rabia. Su estado tan perfecto de las cosas ni esa tristeza que la hace soñar desnuda, con una capa transparente amarrada al cuello; desesperada, hasta llegar cerca de una fuente, en alguna avenida principal de la ciudad en la que ya no vive, y ser rodeada por amigos de la infancia quienes deciden caminar junto a ella, cubriendo su vulnerabilidad, ayudándole a volver a casa.
Nada es lo que parece, no lo son sus pláticas ni lo que promete querer. Porque ella ha decidido que nada le esta permitido y pasa el día siendo su propio juez. Puede, cada vez más, escuchar una voz atrás de su voz, contradiciéndose. Una voz que desdice lo que antes ha dicho a gritos para que los otros escuchen; en lo demás es honesta. Porque cuando no tiene filtros, cuando baila, se deja ser afuera como es adentro, hasta que la ataca una plétora de inseguridades y miedos disfrazados de lagartos, como los que ayer por la noche invadían la piscina de sus sueños. Y entonces aprende, muy poco a poco, porque nada que tome treinta y dos años es sencillo. Se levanta cada día más temprano, con los pájaros y ganándole a las chicharras, como si el fresco fuera la oportunidad de recomenzar sin la tristeza y el cansancio de las tardes. Sin el abismo. Lo siente en su cuerpo preparado para el calor, semidesnudo, recargado en ese escritorio que es toda una casa.
Con el primer sorbo de café, se instaura el miedo al recomenzar del día de los otros. Que ya no es más de ella. Empujándola a un parloteo irreconocible; abriendo todas las puertas a las dudas. Nadie ha sido nunca pleno, se dice, pero sabe que miente. Su alegría es simple; alimentada con silencio, café, demostraciones de amor inesperadas y el crecer veloz de las plantas en época de lluvias. Pocas veces es tan libre como cuando tiene las manos llenas de tierra o el cuerpo lleno de danza.
Le han dicho que la compañía humana, como sea su forma, promueve la dicha. Pero su yo, que prefiere el silencio, esta convencido de que la dicha se define por instantes de muy distinta tesitura.
Un pájaro que se balancea sobre una de las hojas de palma del pequeño jardín. Lo mira con la misma dicha con la que ellos cantan, alegres de que no han muerto al terminar del día. Ajena y a la vez tan parte de todo. Una mariposa blanca busca descanso en las enredaderas de la pared, pero no confía en que éstas sostengan su peso y cada vez que está a punto de posarse levanta el vuelo de nuevo. Siente pena y el cansancio de no poder frenar, de no poder hacer nada. Y entre el revolotear ajeno, recuerda el domingo con amigos. El mejor día del mes. Sin dudas, lleno de juegos y confesiones imprudentes.
Sólo haz lo que haces, se dice, lo demás no es asunto tuyo. El mundo de cualquier modo seguirá tornándose incomprensible, pero tú, te inventas complicada por miedo a aceptar tu simpleza. Tú, que solo quieres un poco más de brisa y lograr tupir el jardín de verde al terminar de este año. Dejar de ir de un lugar a otro, dejar de pedir consejo, dejar de aceptar lo indigno con tal de que no pregunten; por esconder el abismo, el terror, la falla atravesando el cuerpo. Por esconder la vida toda, como si no tuvieras permiso. Lo has hecho todo por conquistar el silencio, por aceptar que se puede hacer poco con el tiempo del día. Por una vida más simple, por una conciencia más honesta; durante el sueño, pero sobre todo, durante la vigilia. Siéntate a disfrutar el amanecer con la confianza de que hoy no morirás al terminar del día.
Eda Sofía | 21 enero 2020
Imagen por Alexandra Gallagher