Nota: Me atrevo a hacer esta confesión no porque tenga que hacerlo, lo cual probablemente también sea cierto, sino porque confío en que hay más gente que se siente o se ha sentido como yo, y si eso es cierto, también hay más gente a la que le hará bien saber que no está sola, que a veces nuestra cabeza (o el mono loco que vive en ella) es incontrolable y nos juega trucos que nos afectan en el cuerpo. Y principalmente porque creo, de todo corazón, que se puede superar, que hablarlo ayuda y que tienen que formas de entrar en calma.
Voy en el coche rumbo a una clase que espero toda la semana. Corro y evito conductores mientras escaneo la radio y malabareo con el celular buscando el botón para grabar un audio; estoy pensando que no debo perder el tiempo así que intento grabar lo que quiero escribir al llegar a casa. Hay tanto que debería estar haciendo.
De pronto un claxon frenético me despierta de mis cientos de tareas simultáneas. Freno en el último momento; un segundo más y la historia sería otra.
¿Qué me está pasando?, me pregunto. ¿Qué es esta prisa que no me deja ni cuando me voy a dormir?, y me hace pasar la noche, entre sueños y trabajo pensando en lo que queda para hacer el día siguiente.
¿Qué es este acelere? ¿Esta angustia que nos hace sentir que nunca habremos terminado, que todo está inconcluso, que nada es suficiente?
Un sentimiento que aún no entiendo por completo pero que sé tengo que sanar. Por que estoy convencida de que lo último que deberíamos sentir en esta corta vida, es prisa.
Me tranquiliza pensar que no puedo ser la única que se siente así; hemos de ser cientos que de pronto pasamos el día, la semana y la vida con ansiedades y sintiendo que no hacemos suficiente.
¿Suficiente para quién? ¿De dónde nos viene este ajetreo loco? Parece que corremos hacia un éxito que no sabemos ni siquiera si queremos alcanzar. Nos inunda un sentimiento de querer hacer un millón de cosas, todas al mismo tiempo y demasiado bien.
Un sentimiento de tener que hacerlo todo; lo que realmente queremos y lo que sólo creemos que debemos hacer.
Quiero creer que no me he vuelto loca, que todos aquellos que están luchando por construir su negocio, un proyecto, un sueño, consolidar una familia, etc. se relacionan con esto que siento. Que la forma en que se mueve el mundo y la tecnología nos empujan hacia este sentimiento que a veces llamo “angustia digital”: la ansiedad que sigue al pasar horas interminables frente al ordenador y sentirte más pequeñita conforme pasan los minutos. Olvidar que afuera hay un día y un parque, muchas personas y taaaantas cosas por hacer.
No me malentiendan, el internet es una de las mejores herramientas en el mundo; es una escuela, un gran medio de comunicación y una posibilidad infinita de oportunidades. Pero también es un océano de posibles competencias y comparaciones, lo que puede llegar a ser un gran problema… Especialmente para gente como yo que comienzo trabajando en lo mío y veinte minutos después estoy angustiada cuestionándome por qué no sé hacer trucos de magia como ese niño que estoy viendo…¿Que cómo llegue ahí? No me pregunten.
La vida está allá afuera, me digo. La vida es integral, holística. Se trata de probar, fracasar y comenzar de nuevo. No conocemos la totalidad de las vidas que envidiamos o a las que aspiramos y por lo mismo tampoco conocemos sus dificultades ni sus luchas. Todos estamos buscando algo, un complemento, un sueño, un siguiente paso. Cada uno a su modo y como mejor podemos. Calma, me digo, se suave contigo.
¿Qué es la angustia? ¿Qué es este sentimiento que más que ayudarnos nos paraliza y nos genera tantas emociones encontradas? Que nos lleva a evadirnos y terminar haciendo exactamente lo contrario a aquello que en realidad queríamos hacer.
La angustia es un estado emocional que se general ante un miedo desconocido. Un miedo que a veces es tan fuerte e irracional que inconsciente o conscientemente preferimos enfermarnos para tener el pretexto perfecto de descansar y no tener que hacer nada.
Y es hasta que sentimos esta angustia que nos damos cuenta de que no somos inmunes. Poco importa la teoría o lo que nos digan que debemos hacer si las cosas no se sienten bien. Poco importan los logros si estos no se sienten como tales. Creemos saber que la felicidad viene de adentro, pero ¿cómo la encontramos en una cabeza tan enredada?
Lo más probable es que si algo que hacemos no se siente bien es por que no está en línea con nuestros deseos reales, si no que es un intento por alcanzar deseos de otros, ambiciones que no nos pertenecen.
En donde está la frontera entre lo que queremos hacer y lo que creemos que debemos hacer. Hay que aguzar el oído y prestar mucha atención. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Yo. ¿Qué quiero yo? Nadie puede saber qué es aquello que en realidad nos da sentido más que nosotros mismos.
Cada sueño y cada búsqueda tiene dos lados; el del éxito y la satisfacción y el de la lucha y las dificultades que se vivieron y se viven para llegar y mantenerse ahí. ¿Estas dispuesta a aceptar los dos lados de todo lo que dices querer?
Es más fácil aceptar las dificultades cuando se está luchando por un deseo autentico del alma y dejar ir, también, es un logro. Soltar también enriquece. Mientras menos tienes que hacer, haces mejor aquello a lo que eliges dedicarle tu tiempo.
Me doy cuenta que aquello que nos angustia (agobia o estresa) es perseguir no sólo lo que nos hace felices sino también las ideas de lo que creemos debemos perseguir y ser. Dividir la mente entre lo que anhelamos con el alma y lo que creemos que debemos alcanzar para que la gente nos “apruebe” o se de cuenta de quienes somos. Pero… ¿quien soy? Es una pregunta que sólo tu puedes contestar.
Una pregunta que quizá no tenga respuesta porque quien eres está en constante cambio, reinvención y expansión.
Yo quiero escribir, y hacer mi trabajo lo mejor que se haya hecho nunca, preparar el curso que tengo en puerta, bajar de peso (siempre), inventarme un nuevo negocio, ayudar a todos los que me rodean y nadar. También a veces quiero ser cirquera, poeta, empresaria, inventora…
Lo pienso de nuevo y me digo calma, calma, calma, se dulce contigo. ¿Qué quieres realmente?
TAMBIÉN TE VA A ENCANTAR: HAZ LO QUE AMAS Y CAMBIARÁS TU MUNDO
Tenemos que aprender a dar prioridad a lo que en realidad nos hace felices; entender que el tiempo no es infinito, que nosotros no podremos hacerlo todo; después soltar e ir en busca de lo significativo.
Para realmente ver un cuadro, hay que dejar de ver todos los demás. Para abrazar a una persona con el alma, tienes que renunciar a abrazar a la humanidad; y así me doy cuenta que no puedo ser programadora y al mismo tiempo activista en contra de internet. ¿A qué vas a dedicarle tu tiempo?
Aun mientras escribo esto me preocupa que no sea suficiente, que nos les sirva y me digo… calma. Todos estamos recorriendo caminos distintos y superando pruebas. Puede ser que mi proceso ahora sea escuchar a este cuerpo agobiado y darle tiempo. ¿Cuál es el tuyo?
¿Qué quieres en verdad? Debiera ser la pregunta. ¿Qué quiere tu alma? Quiere el éxito de ese niño mago? ¿Estás dispuesta a llevar su vida? O, ¿estás distraída buscando una aprobación externa y con un profundo miedo a que lo que amas no te la de? ¿Qué buscas?
TAMBIÉN TE PUEDE GUSTAR: 8 CONSEJOS PARA ALCANZAR TUS SUEÑOS (PARTE II)
¿Qué quiero yo? Encontrar un balance entre mi pasión y mi trabajo. Un punto medio entre la perfección y esta que soy yo tan desordenadamente imperfecta. Quiero abrazarme un poquito y dormir tranquila. Compartirles esta angustia que presiento algunos compartimos.
Confió en que debe haber un punto medio. Un lugar tranquilo en el cual podamos sentarnos a hacer aquello que nos mueve el alma sabiendo que el trabajo no es infructuoso, que no hay una sola manera de hacer las cosas, que hay un lugar para todas y cada una de nosotras. Un espacio de luz en dónde nuestro trabajo ayude al mundo y además nos haga sentir plenas.
Quiero entender que el éxito es una medida que le hemos puesto a las cosas, relacionada con dinero y no con risas. Entender que cuando recordemos lo haremos en función de momentos y no del numero de seguidores en nuestras redes sociales.
Tenemos que recordar que cada empresa y cada labor que emprendamos debe nacer de una profunda convicción y de un profundo amor. Porque aunque nos lleve el doble de tiempo, si creamos algo con que resuena con nuestra esencia, esto será un rotundo éxito; un éxito de vida. Una verdadera expansión del alma.
Los invito, me invito, a confiar en el proceso y dejar de lado las comparaciones. Luchar por los sueños que son propios y descartar las ideas de éxito que nos han inculcado. Respetar el camino propio y el ajeno (tan tan distintos) y como bien decía un gran maestro (la frase que más le ha servido a esta, mí cabeza acelerada): Haz una cosa con amor y lo estarás haciendo todo. Una cosa. Una cosa. Una sola cosa con amor y lo demás, ya está llegando.
Con cariño, Sofía Correa
Adquiere aquí ↓ una mini guía para hacer de este año un año de luz