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La Guerra

La Guerra como comprobación de que el absurdo existe.

La Guerra que emprendemos entre tú y yo sin estar desnudos.

¿Cuál es la verdadera guerra? Dímelo; la que veo en la televisión o la que libro conmigo misma todos los días. En la que mueren niños o en la que cada vez con más alevosía aniquilas partes distintas de mí. Parece egoísta responder. Yo habito ambas y mientras más inútil siento la batalla, más blando la espada indiscriminadamente.

No quiero ser parte de esto pero me rodea por todos los flancos; bajo el puente, abro las compuertas. Estoy en casa buscando el silencio y pienso en la gente que hace meses no saca los pies del lodo, en todos aquellos que lloran ya sin pudor en los periódicos, en los niños que no conocerán más que el miedo, en las madres que acunarán un manojo de ramas secas.

Me siento inútil; tan débil, tan imposibilitada que invento mañas y humos para aliviarme del dolor que no debiera ser mío y sin embargo me recorre la piel. No quiero darle cabida en mi hogar, no hay motivo alguno para permitirle que se implante, por debilidad, en mi vida: ya es suficiente la guerra en todos los tiempos y espacios que me circundan.

En busca de instantes inútiles de completa alegría, emprenderé todas mis batallas; en la comisura de unos labios, en los instantes de tiempo que me adueño para poseer el infinito. El dolor de los cuerpos desmembrados es tanto, que la única batalla que estoy dispuesta a emprender será recorrer kilómetros a bordo de mis piernas desnudas; conquistar cimas de dudas coronadas con interrogantes.

Las únicas batallas que un cuerpo debe emprender voluntariamente son bajo las sábanas, enredado a la compañía de otro cuerpo ardiente. La única carrera: sobre la tierra húmeda y bajo las estrellas de media noche.

~Eda Sofía
Publicado originalmente en La Gaceta Tijera
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Con muchísimo gusto y una gran emoción les comparto mi colaboración en el gran proyecto editorial del Colectivo Tijera, liderado por Coordinadora, Académica y gran amiga: Ingrid Fugellie Gezan.

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